Diálogo de saberes para la conservación de la Cuenca Amazónica

Diálogo de saberes para la conservación de la Cuenca Amazónica
marzo 25, 2021 AmazCitSci

El diálogo de saberes es un elemento esencial para conocer las necesidades y expectativas de las comunidades frente a los procesos que se adelantan en sus territorios. Fotografía: Walter Wust.El diálogo de saberes es un elemento esencial para conocer las necesidades y expectativas de las comunidades frente a los procesos que se adelantan en sus territorios. Fotografía: Walter Wust.

La buena fe es algo que acompaña el actuar de las organizaciones y los profesionales ambientales y, en general, de todas las organizaciones cuyo objetivo es la conservación del medio ambiente, la biodiversidad y el mejoramiento de la calidad de vida de las poblaciones. Siempre detrás de cada iniciativa o proyecto habrá un esfuerzo grande en términos de planeación y diseño de las intervenciones, investigación, gestión de recursos económicos y humanos, logística y sistematización de información. La buena fe, sin embargo, no es una herramienta ni una metodología de intervención: existen recursos ya estructurados y de eficacia probada que pueden ayudar en ese sentido.

Durante las últimas décadas ese tipo de proyectos se han preocupado por promover y facilitar que las comunidades que habitan los territorios participen en todas las fases de los mismos, con el propósito de garantizar que las iniciativas sean exitosas y que contribuyan positivamente al desarrollo local. Esa combinación de esfuerzos y voces es lo que se conoce como diálogo de saberes: las organizaciones aportando conocimientos técnicos y las comunidades conocimientos prácticos y tradicionales sobre las formas en las que se relacionan y usan sus territorios. Este diálogo es una herramienta válida y muy necesaria para todo tipo de trabajo que involucre comunidades, pero toma una importancia aún mayor cuando se trabaja con poblaciones indígenas, campesinas y afrodescendientes, ya que estos grupos suelen poseer conocimientos y formas de relacionarse con el territorio muy específicas, y los vínculos con la naturaleza pueden llegar a ser muy fuertes y determinantes de muchas actividades locales, incluyendo las formas de organización, división de los trabajos y las actividades económicas y productivas.

El diálogo de saberes se logra a través de procesos abiertos de escucha activa con todos los actores involucrados. Esta escucha debe realizarse en todas las fases de los proyectos, incluso desde el momento mismo de la formulación para asegurar que las ideas, los objetivos y las metodologías elegidas estén alineadas con las necesidades, intereses y capacidades de las comunidades locales. Querer incluir el diálogo de saberes solo en algunas etapas o a partir de la implementación puede poner en riesgo el éxito de los procesos.

Conservando la Cuenca Amazónica Aguas AmazonicasPara muchas comunidades el manejo y uso del territorio están ligados a sus tradiciones ancestrales. Fotografía: Walter Wust.

Rosario Gómez-S., bióloga con maestría en antropología, cuenta con amplia experiencia en temas de uso y conservación de la biodiversidad, cuenta a través de su experiencia personal los desafíos y contratiempos que se pueden generar cuando ese intercambio de conocimientos que supone el diálogo de saberes no es incorporado en las fases primarias de los proyectos: “llegué a la comunidad indígena de Peña Roja, en la Amazonía colombiana, con la intención de trabajar una iniciativa sostenible de cría de mariposas, basada en el cuidado de huevos y larvas en cautiverio. Al aislarlos de enemigos naturales, la tasa de supervivencia aumenta de un 10% a incluso más del 80%, así que al final del proceso se regresan al medio entre el 10% y 15% de las mariposas que normalmente hubieran llegado a adultas, y se comercializan las restantes. La propuesta del diálogo de saberes era aprovechar la gran biodiversidad del Amazonas y el amplio conocimiento que tienen las comunidades indígenas sobre los ciclos de la naturaleza para generar alternativas económicas sostenibles”.

Esta iniciativa llevaba incluso décadas en otros países como Papua Nueva Guinea y Costa Rica generando beneficios económicos para las comunidades locales, a la vez que se conservaba a la especie y con ella a su entorno natural. “Yo les mostraba a mis guías, que eran miembros de la comunidad, los dibujos de las orugas en los catálogos y ellos me respondían que eran gusanos, no mariposas y que no existían los gusanos de mariposas. Les hablaba de mercados internacionales, de coleccionistas, de museos, de mariposarios, de personas que en los matrimonios lanzan mariposas en vez de arroz, del polvito de las alas que se usa para microchips y pantallas de computador, pero nada de eso los convencía, les parecía un sinsentido que alguien quisiera comprar mariposas”.

Al indagar más sobre la historia de la comunidad, la investigadora descubrió que la etnia había sufrido una disminución drástica de la población y desarraigo del territorio durante la época de la extracción de caucho, proceso durante el cual se perdieron muchos de los conocimientos sobre los procesos de la naturaleza, las prácticas culturales ancestrales, y elementos vitales para la transmisión de dichos saberes como la lengua; eso explicó que no tuvieran conocimiento del proceso natural de la metamorfosis de la mariposa. En la historia y cosmovisión de la comunidad, además, los gusanos (en general) estaban asociados a enfermedades, y muchas de las especies de mariposas tenían algún vínculo con cuestiones místicas o rituales, por lo que los ancianos (los sabedores) no veían con buenos ojos su comercialización. Los más jóvenes, por su parte, con una concepción diferente del territorio, empezaron a cazar mariposas adultas para tratar de venderlas, lo que, contrario a lo que sucede con la cría, puede poner en riesgo a las especies a nivel local.

Lecciones aprendidas del Diálogo de Saberes

Conservando la Cuenca Amazónica Aguas AmazonicasLos conceptos de crecimiento económico y desarrollo desde una visión occidental del mundo difieren de la visión de las comunidades que han habitado sus territorios desde hace miles de años. Fotografía: Walter Wust.

“El proyecto no funcionó. Sin tener en cuenta los aspectos culturales de la comunidad y su visión sobre el desarrollo, entendiendo sus necesidades e intereses, no podíamos hablar de una verdadera sostenibilidad”, afirma Rosario Gómez-S, “esperaba sentar la base de un proyecto para generar recursos económicos en una comunidad que, de hecho, no quería excedentes económicos. Al iniciar un diálogo real con la comunidad, descubrí que lo que esta quería era aumentar la disponibilidad de la palma real, una planta de la que se extrae la sal que es usada en la mezcla del tabaco ritual, y que cada vez era más difícil de encontrar. También le interesaban las tortugas charapa, pero de mariposas y gusanos ni hablar”.

A partir de esa experiencia, y muchas más que han sido ampliamente documentadas en procesos de desarrollo territorial y comunitario, es posible afirmar que para este tipo de procesos lo primero y fundamental es identificar los intereses de la comunidad y entender la manera en la cual, desde su cultura, se relacionan con el territorio y la biodiversidad. “Muchas veces es más viable y sostenible apoyar procesos que ya están andando porque han sido pensados y discutidos por la comunidad y ya ha generado el interés de la misma. No tiene sentido llegar a la casa de alguien a decirle que vas a remodelarla sin que la persona lo esté pidiendo”, asegura la investigadora.

Para el trabajo con comunidades locales es necesario documentarse sobre su cosmovisión, sus prácticas tradicionales y su transformación a través del tiempo, así como indagar sus necesidades en su diario vivir. La visión de crecimiento económico y desarrollo que surgió desde una visión occidental del mundo difiere, como en este caso, de esa visión de los pueblos que han habitado territorios desde hace miles de años, por eso se habla de sus territorios. En esta documentación, en la que también ocurren las primeras aproximaciones con las comunidades, una actitud de escucha más que de habla es vital; y hay que considerar que lo cultural, lo social, el conocimiento tradicional y las formas de organización comunitarias deben ser el punto de partida en cualquier iniciativa. “Hay que trabajar sin olvidar que los proyectos no son eternos, que hay unos tiempos pactados y compromisos con los donantes, pero ciertos procesos como los de restauración, por ejemplo, solo van a mostrar resultados 15 años después de la implementación. Las instituciones se van y los proyectos se acaban, pero las comunidades se quedan, es por eso que ellas no pueden ser tratadas como invitadas en sus propios territorios”, asegura la investigadora.

Escrito por Carolina Obregón Sánchez.