La Amazonía, el mayor sistema de agua dulce y con el bosque tropical más extenso del mundo, atraviesa una crisis ambiental severa. Desde agosto la región ha sufrido incendios forestales devastadores que han consumido millones de hectáreas de bosque, acompañados de sequías que no solo afectan los ecosistemas terrestres, sino que ponen en peligro la salud de los ríos, esenciales para la vida silvestre y las comunidades que dependen de él.
El cambio climático agrava las condiciones de sequía, facilitando la expansión del fuego por toda la Amazonía. Pescadores de la región alzan su voz para denunciar los efectos que este fenómeno tiene en sus vidas.
En este artículo la Alianza Aguas Amazónicas comparte las voces de las y los pescadores que participan en los Diálogos de Saberes, espacios promovidos por la Alianza con el objetivo de intercambiar experiencias y conocimientos de gestión pesquera en la Amazonía.
A continuación los testimonios de algunos de ellos:
Omar Ortuño, pescador de Bolivia:
“La sequía afecta a la migración de los peces. Este año no ha habido arribada de peces (movimientos masivos en busca de alimentación o sitios de reproducción) en esta zona. Los pescadores dejamos de pescar. Además, ha hecho mucho frío, algo inusual, y hay una gran humareda de los incendios en la frontera con Brasil”.
Los incendios y las bajas temperaturas no solo frenan la actividad pesquera, sino que crean condiciones ambientales extremas que alteran el comportamiento de los peces. En Bolivia, la combinación de sequía e incendios forestales deja a los pescadores sin su principal sustento.
Omar indica que la sequía ha provocado incendios forestales en los departamentos de Santa Cruz y Beni.
“El humo está espeso y no podemos hacer mucho”, concluye.
Hasta el 7 de septiembre, Bolivia había perdido 3 millones 872 mil hectáreas de vegetación debido a los incendios forestales, según el Ministerio de Medio Ambiente y Agua. Los incendios han afectado cuatro regiones del país: Santa Cruz, Beni, Pando y La Paz.
Wilver Chuctaya Farfán, desde Madre de Dios, comparte una preocupación similar:
“Si tú no tienes peces, imagínate acá en Perú, tampoco los hay. Es muy preocupante. Los compañeros de Brasil ya lo advertían en el encuentro en Manaos, pero ahora nos preguntamos: ¿cuántos delfines rosados morirán este año? Aquí algunos pescadores ya dejaron de pescar”.
El Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi), informó que el río Amazonas está perdiendo entre 3 y 5 cm de agua diarios, acercándose a los niveles de sequía de 2010, la peor en la Amazonía peruana, indicando que esto se debe al fenómeno de El Niño, que ha reducido las lluvias en las cabeceras de cuenca.
Raquel Velásquez, desde el río Ampiyacu en Perú, comparte:
“Sinceramente, me da mucha pena y preocupación por nuestros ríos. El Amazonas nunca había estado tan seco. Aquí el río Ampiyacu está quedando como una pequeña quebrada, cuando antes era un río grande. ¿Qué podemos hacer?”
En Brasil, aunque las sequías son típicas durante el verano, este año la situación ha llegado a niveles críticos, con incendios forestales que han devastado casi 7 millones de hectáreas. La sequía también facilita actividades ilegales como la caza de manatís y agrava los conflictos entre delfines de río y pescadores, aumentando las muertes de ambas especies.
Ayan Fleischmann, investigador del Instituto de Desenvolvimento Sustentável Mamirauá en Brasil, organización socia de la Alianza, nos comenta:
“Los ríos del sur, como el Purús, Juruá y Madeira, están extremadamente secos, varios de ellos han alcanzando récords históricos, al igual que el río Solimões que en Tabatinga está más de un metro por debajo del nivel histórico registrado. Aquí, en el lago Tefé, el nivel ya es similar al del año pasado, pues la semana pasada la temperatura ya alcanzó los 40 grados. Muy pocas especies amazónicas pueden soportar más de 37 grados, y ni hablar de 40. Estas temperaturas extremas ponen en grave riesgo las poblaciones de peces debido a la falta de oxígeno.”
Además de los desafíos antes mencionados, las y los pescadores afrontan problemas logísticos para vender sus productos. Por ejemplo, peces como el pirarucú son fáciles de pescar, ya que están confinados en pequeños lagos debido a la sequía. Sin embargo, el reto está en cómo transportar esta producción a los centros de compra.
En Ecuador, a finales de agosto, un incendio de gran escala en Quilanga, en la provincia de Loja, cerca de la frontera con Perú, afectó más de 4.000 hectáreas.
Saira Bucheli, pescadora de Ecuador, destaca otro factor crítico: la minería.
“Aquí en la Amazonía ecuatoriana las sequías son notables, pero también es por la minería legal e ilegal. Talan árboles de manera impresionante, y eso agrava el cambio climático, porque sin árboles no hay vida”.
La minería y la deforestación alteran los ecosistemas en la Cuenca Amazónica, intensificando los efectos del cambio climático. Los ríos, que son vitales para las comunidades, están disminuyendo de manera alarmante.
Las y los pescadores coinciden en un mismo punto: la sequía y los incendios están destruyendo la Amazonía y sus ríos, que son fundamentales para la subsistencia de las comunidades que allí habitan.
Ante esta situación, las y los pescadores expresan su preocupación y esperan que se tomen medidas para mitigar los efectos de la sequía y los incendios y conservar así la biodiversidad de la Amazonía.
La pérdida de recursos como el agua y los peces no solo amenaza la seguridad alimentaria de las comunidades locales, sino también el equilibrio de uno de los ecosistemas más importantes del planeta.
Si no actuamos ahora, las consecuencias afectarán no solo a quienes dependen directamente de ella, sino al planeta. Solo una cooperación efectiva entre gobiernos, comunidades locales, Pueblos Indígenas y el sector privado podrá hacer frente a esta crisis y conservar este ecosistema invaluable.