La Amazonía puede parecer homogéneo a primera vista. Sin embargo, solo toma un poco de tiempo en este exuberante ecosistema para darse cuenta de que la única constante en toda esta cuenca es su dinamismo: un árbol se cae, y ese parche da espacio para que crezcan las semillas y plántulas latentes; un río serpentea, y la orilla abandonada se convierte en una playa. Sólo unos pocos metros de elevación marcan la diferencia entre los bosques de tierra firme y los humedales de varzea. Hay innumerables ruidos y texturas en la Amazonía y los animales dentro de ella muestran diferencias genéticas significativas. Hoy en día, los científicos están utilizando las ciencias sobre la historia del planeta, como la geología y la biogeografía (el estudio de las distribuciones de especies) para pintar una imagen más clara de cómo se ha desarrollado este paisaje y sus habitantes, y el papel que ha jugado el agua en él.
A mediados del Mioceno, en el período Terciario, hace unos 12 millones de años, América del Sur parecía muy diferente. Su composición y apariencia exacta es un área de investigación activa y debatida, pero todos estarían de acuerdo en que la subida de los Andes ejercía nuevas fuerzas en las regiones al este de estas montañas y el agua jugó un papel clave en influir en el paisaje. Algunos académicos creen que la Amazonia media era un gran lago, y había mares al norte hacía los llanos al este, donde ahora se encuentra el delta del Amazonas, y al sur, donde estaba el mar Paranaense. Lo que eventualmente se convertiría en el río Amazonas eran tributarios más pequeños que fluían hacia el oeste hasta el Pacífico o uno de estos mares. El resto del período terciario vio cómo los Andes continuaban subiendo, y esta extensa formación lacustre se transformó en un sistema de humedales más fluviales que finalmente se abrió paso hacia el este y formó el canal moderno del Amazonas o el canal principal que fluye hacia el Atlántico.
“Tentative middle Miocene palaeogeography of the Caribbean realm and South America (based on Iturralde-Vinent & MacPhee 1999; Del R ıo 2000; Hern andez et al. 2005; Hoorn et al. 2010b; Candela et al. 2012” via ResearchGate
La datación de estos cambios es altamente discutible, ya que diferentes grupos de investigadores han defendido diferentes construcciones de la época del Pleistoceno (los últimos 2.5 millones de años), pero parece claro que también hubo un dinamismo significativo en los humedales durante este período. Algunos investigadores han encontrado evidencia de la hipótesis del Lago Amazonas: la Amazonia occidental también estuvo cubierta en este período por un gran lago desde hace aproximadamente 40.000 a 15.000 años atrás, cuando comenzó a drenar (Frailey, et al., 1998; Campbell, 1990). Esta área se encontró con inundaciones catastróficas hace 10.000 y 2.000 años atrás (Campbell & Frailey, 1984; Campbell, et al., 1985). Otros investigadores sugieren que el Amazonas comenzó a fluir hacia el este en el Pleistoceno tardío (hace aproximadamente 1 millón de años), lo que indica un sistema fluvial claro anterior en lugar de un lago (Aleixo & Rossetti, 2007), mientras otros argumentan que simplemente no hemos estudiado esto área geográfica suficiente para sacar conclusiones (Tuomisto, et al., 1992).
Sin embargo, todos estos cambios fueron influenciados por el tectonismo, el proceso por el cual las placas tectónicas se desplazan y forman mesetas y montañas, y la relacionada subida y posterior enterramiento de arcos geológicos que crearon elevaciones en los valles de las tierras bajas y definaron la ubicación del bosque de tierra firme y humedales de varzea (Rossetti & de Toledo, 2007). Vemos la influencia de este dinamismo en la diversidad de especies que se encuentra hoy en la región. Desde el principio, la literatura sobre estos sistemas prehistóricos lacustres ha incluido evidencia biogeográfica de este pasado acuático. Por ejemplo, los osteoglosidos (o peces en la misma familia que el arowana) no pueden subir los rápidos del río, pero se encuentran río arriba de ellos en la cuenca del Orinoco–un posible remanente de un antiguo sistema lacustre (Goulding, 1980, en Frailey, et al., 1988).
Ardea alba (c) Walter Wust.
Hoy en día, los avances en la tecnología han hecho más accesibles los datos filogenéticos de las colecciones de historia natural y más fácil la investigación de campo, por lo que los investigadores han podido caracterizar los patrones biogeográficos dejados atrás por el desarrollo del extenso mosaico de humedales de hoy en día del sistema de lagos del Mioceno. Por ejemplo, Lontra longicaudis, la nutria neotropical de río, parece haberse diversificado entre 2,9 y 0,9 millones de años atrás, cuando el gran sistema lacustre comenzó a convertirse en un sistema fluvial y el bosque espeso comenzó a expandirse (Ruiz-Garcia, et al., 2018). Los mismos investigadores también observaron la diversificación mitocondrial en los delfines de río y teorizaron que los delfines del Océano Atlántico llegaron a la cuenca del Amazonas a través del mar de Paranaense, y luego se separaron cuando las cuencas del Amazonas y Paraná se dividieron (Ruiz-García, et al., 2018). Las aves, un grupo extremadamente diverso en la Amazonía, muestran patrones que sugieren una diversificación más reciente que estos mamíferos. Las especies de bosques de tierras altas y las especies ribereñas tienen diferentes historias: las especies de bosques de tierras altas parecen haberse diversificado en la Amazonía solo en la época del Pleistoceno medio-temprano, mientras las especies ribereñas se diversificaron anteriormente en el Plioceno (Claramunt, S., 2014; Aleixo & Rossetti, 2007). Esto hace que las aves acuáticas sean residentes más viejos, y más evidencia de que el Amazonas siempre ha sido un paisaje acuático dinámico.
Todavía tenemos mucho que reunir y resolver sobre la historia de este increíble paisaje y las comunidades de plantas y animales que lo habitan, pero está claro que el agua ha jugado un papel fundamental en la configuración del Amazonas que conocemos hoy.
Trabajos citados
Aleixo, A., & Rossetti, D. de F. (2007). Avian gene trees, landscape evolution, and geology: towards a modern synthesis of Amazonian historical biogeography? Journal of Ornithology 148(S2): S443-S453.
Claramunt, S. (2014). Phylogenetic relationships among Synallaxini spinetails (Aves: Furnariidae) reveal a new biogeographic pattern across the Amazon and Parana river basins. Molecular Phylogenetics and Evolution 78: 223-231.
Crouch, N., Capurucho, J., Hackett, S., & Bates, J. (2018). Evaluating the contribution of dispersal to community structure in Neotropical passerine birds. Ecography 41: 1-10.
Frailey, C., Lavina, E., Rancy, A., & de Souza Filho, J. (1988). A proposed Pleistocene/Holocene lake in the Amazon basin and its significance to Amazonian geology and biogeography. Acta Amazonica 18(3-4): 119-143.
Jaramillo, C., Romero, I., Apolito, C., Bayona, G., Duarte, E., Louwye, S., Escobar, J., Luque, J., Carrillo-briceño, J., Zapata, V., Mora, A., Schouten, S., Zavada, M., Harrington, G., Ortiz, J., & Wesselingh, F. (2017). Miocene flooding events of western Amazonia. Science Advances 3: e1601693.
Mori, S., Kiernan, E., Smith, N., Kelly, L., Huang, Y., Prance, G., & Thiers, B. (2016). Observations on the Phytogeography of the Lecythidaceae Clade (Brazil Nut Family). Phytoneuron 30(April): 1-85.
Rasanen, M., Salo, J., Jungnert, H., & Romero, L. (1990). Evolution of the western Amazon lowland relief: impact of Andean foreland dynamics. Terra Nova 2(4): 320-332.
Rossetti, D. de F., & de Toledo, P. M. (2007). Environmental changes in Amazonia as evidenced by geological and paleontological data. Revista Brasileira de Ornitologia 15(2): 2251-2264.
Ruiz-Garcia, M., Escobar-Armel, P., de Thoisy, B., Martínez-Agüero, M., Pinedo-Castro, M.,
Shostell, J. (2018). Biodiversity in the Amazon: Origin Hypotheses, Intrinsic Capacity of Species Colonization, and Comparative Phylogeography of River Otters (Lontra longicaudis and Pteronura brasiliensis, Mustelidae, Carnivora) and Pink River Dolphin (Inia sp., Iniidae, Cetacea). Journal of Mammalian Evolution 25(2): 213-240.
Tuomist, H., Ruokolainen, K., & Salo, J.. (1992). Lago Amazonas: Fact or Fancy? Acta Amazonica 22(3): 353-361.
Escrito por Natalia Piland.