Agua dulce: un recurso vital por conocer, valorar y proteger

Agua dulce: un recurso vital por conocer, valorar y proteger
febrero 12, 2021 AmazCitSci

Aunque América Latina cuenta con el 31 % de las fuentes de agua dulce del planeta, en 2050 será una de las regiones más afectadas por el cambio climático, con más de mil millones de personas en ciudades sin acceso a este recurso vital, según el Banco Mundial. La cuenca amazónica representa cerca del 20 % de la oferta global de agua dulce; no obstante, en algunas zonas de la misma, la población no cuenta con el suministro adecuado y suficiente de agua potable. Estos son solo un par de ejemplos que demuestran la importancia de este recurso para la vida de todas las especies, incluyendo la humana. Son datos que han generado preocupación por la disponibilidad futura de agua, pero que también sirven como un llamado (o una invitación) para conocerla (su naturaleza, sus ciclos y dinámicas o su relación con los bosques, los suelos o los peces), valorarla y protegerla.

“La sangre de la Tierra”

En la América Precolombina, el agua era considerada por los pueblos indígenas “la sangre de la Tierra”, una deidad a la que se le rendía culto pues otorgaba sanación, y un elemento que determinaba las formas en las que se hacían la agricultura, la pesca, el comercio o el transporte a través de los ríos. El agua también era el elemento a partir del cual se ordenaba el territorio. Los zenúes (Caribe colombiano) o los kichwa (Amazonía peruana), por ejemplo, crearon sistemas de regadío e hidráulicos con canales y drenajes que respetaban y respondían a la dinámica natural del agua tanto en tiempos de lluvias como en tiempos de sequías. Pero esta forma de ordenamiento cambió con la adopción de formas de usar y manejar el agua, los bosques y la tierra ajenas a la geografía, el clima, la biodiversidad o, especialmente, la dinámica natural del agua en un territorio como América Latina.

El agua es un ser vivo y eso se nos olvidó. Se nos olvidó también el carácter sagrado que ella tenía para nuestros antepasados. Ahora pensamos en el agua como un recurso más, cuya disponibilidad es ilimitada e infinita. El agua es una obviedad. Abrimos la llave y sale de ahí para beberla o para cocinar, lavar la ropa, tomar un baño o regar las matas. En otros casos, basta con sacarla del río (o ir hasta el río) para hacer lo mismo.

Agua dulce. El vínculo entre los cursos de agua, ríos, lagos o lagunas, entre otros, y el ser humano se observa en las diferentes formas en las que estos son usados para realizar actividades cotidianas como el transporte.

El vínculo entre los cursos de agua, ríos, lagos o lagunas, entre otros, y el ser humano se observa en las diferentes formas en las que estos son usados para realizar actividades cotidianas como el transporte. Foto: Walter Wust.

Punto de quiebre


Los hábitats de agua dulce (ríos, lagos, lagunas, manantiales, arroyos o pantanos) son un micromundo con una biodiversidad muy abundante. Según la UICN, estos cubren menos del 1 % de la superficie terrestre, pero son el hogar de más de 126 mil especies conocidas de animales y de aproximadamente 2600 plantas macrófitas (aquellas viven en suelos inundados, los ríos o los lagos); esto quiere decir que en un área muy pequeña (mínima) de la Tierra existe una gran riqueza y diversidad de especies (el 10 % de las especies hasta ahora conocidas). No obstante, algunas prácticas los ponen en riesgo (“las especies de agua dulce se encuentran en estado de amenaza de extinción, probablemente más que las especies marinas y terrestres”, asegura la UICN), y con ellos la disponibilidad de agua para nuestro consumo: la contaminación por botar basura, desechos industriales o aguas residuales a las corrientes naturales de agua, el alto consumo de agua sumado al crecimiento de la población, el aumento de las actividades industriales, la expansión de los suelos para la agricultura y la ganadería o el desperdicio tanto en el campo como en las ciudades, son algunas de ellas.

A lo anterior se suma el cambio climático, el cual, podría decirse, es el punto de quiebre en este llamado a cambiar la forma en la que nos relacionamos con el agua. En varias regiones del planeta se ha comprobado que las sequías son cada vez más severas debido al cambio climático, disminuyen la cantidad y calidad del agua y de recursos ligados a ella como la pesca, uno los principales medios de vida de muchas comunidades que dependen de los recursos de los ecosistemas de agua dulce. La escasez de agua, según el World Resources Institute, es una realidad latente en ciudades como Sao Paulo, Ciudad del Cabo, Ciudad de México, Londres o Santiago de Chile.


Hacia una nueva comprensión del agua dulce

Hay varios aspectos que ayudan a entender la importancia del agua dulce y, por lo tanto, de su cuidado y conservación:
– No tiene sustitutos, ella es imprescindible para la vida ya que de todas las formas de agua (marina, glaciar, por ejemplo) es la más fácil de consumir para los seres vivos: los animales, las plantas y el ser humano.
– A ella están asociados diferentes tipos de ecosistemas como ríos, lagos, humedales, lagunas, manantiales o arroyos, entre otros, que proveen numerosos bienes y servicios como alimentos, plantas medicinales o materiales de construcción, indispensables para cientos de poblaciones humanas en el mundo.
– También está asociada a los bosques, de hecho, según la FAO, cerca del 75 % del agua dulce que se consume alrededor del mundo, incluidas las grandes ciudades, proviene de áreas boscosas.
– Es móvil, ella viaja entre diferentes paisajes o ecosistemas que definen sus características. Las lagunas o los lagos de regiones en el hemisferio norte son muy diferentes a los de las regiones tropicales del mundo; esto también implica diferencias en las especies de animales y vegetación y sus ciclos de vida.
– Cumple un ciclo: se extrae de los ríos, embalses, pozos, manantiales para llegar hasta nuestros hogares a través de redes de abastecimiento. El agua que usamos (con los residuos de jabón o aceites, por ejemplo) regresa a la naturaleza, no sin antes pasar por procesos de depuración; aunque en muchos países de América Latina gran parte de las aguas residuales no recibe tratamiento alguno.
– Las fuentes de agua conectan los paisajes, los ecosistemas, la biodiversidad y a las personas a niveles regionales, más allá de los límites políticos. Si esta conectividad se interrumpe se abre paso al deterioro y la pérdida de riqueza natural, como la que estamos viviendo actualmente.
Comprender el agua dulce como un recurso vital e insustituible, y quizás volver a concebirla como un recurso sagrado, es el primer paso para empezar a pensar en su cuidado. Comprender que del uso que le damos y las formas en la que la aprovechamos dependen su disponibilidad y calidad es necesario ante los desafíos que se presentan. El agua es una prioridad que se está considerando cada vez más en el ordenamiento territorial bajo un enfoque de manejo integrado en el que se busca la sostenibilidad de este recurso (tema del que hablaremos próximamente).
Escrito por Carolina Obregón Sánchez
Fuentes consultadas: